domingo, 22 de septiembre de 2013

Papa Francisco: «Ayudar a los pobres para quedar bien es pecado grave»

El discurso más «académico» del Papa Francisco en seis meses de pontificado ha tenido como centro la persona humana de nuestro tiempo concreto, marcado por una severa crisis económicainternacional desde la ruptura de la burbuja inmobiliaria y crediticia en 2007, «que ha sacudido nuestras certezas fundamentales como no se había visto en cuatro siglos».
En su encuentro con los intelectuales, catedráticos y artistas de Cerdeña, celebrado en la Pontificia Facultad Regional de Teología de Cagliari, el Papa ha invitado a «leer la realidad y vivir en nuestra realidad sin miedos, sin fugas y sin catastrofismo. Toda crisis, incluida la actual, es un momento de transición, con el dolor de un parto que conlleva dificultad y sufrimiento, pero lleva al horizonte de la vida y de la renovación».
En esa línea positiva, el Papa ha dicho que «la crisis puede ser unmomento de purificación, de revisar nuestros modelos económico-sociales y una concepción del progreso que ha alimentado ilusiones falsas». La crisis ofrece la oportunidad de crear nuevos modelos que «recuperen el aspecto humano en todas sus dimensiones».
En la transición, que será difícil, es importante evitar errores utilitaristas, teniendo siempre en cuenta que «no se puede considerar jamás a la personas como "recursos humanos"», ha señalado.
Al mismo tiempo ha advertido del peligro que la globalizaciónrepresenta para «el pluralismo y las diferencias», que son siempre una riqueza y no deben ser nunca motivo de conflictos entre personas, grupos o naciones.

Impresionado con los políticos jóvenes

Francisco, que tiene 76 años, se ha manifestado impresionado por el modo en que están afrontado la crisis «algunos políticos jóvenes, que ven las cosas de otra manera. Su «música» es distinta de nuestra «música», y resulta esperanzadora».
De todos modos, la transición será larga y dura, por lo que durante mucho tiempo será de importancia vital «la solidaridad, una palabra que en esta crisis corre peligro de ser eliminada del diccionario».
Poco antes, en un encuentro con 130 pobres y 27 reclusos en la catedral de Cagliari, el Papa había destacado la importancia de la caridad y de las obras de misericordia, pero advirtiendo que tienen que salir del corazón.
Francisco volvió a fustigar la hipocresía, advirtiendo que «a veces aparece incluso la arrogancia en el servicio a los pobres. Algunos lo hacen para quedar bien, se llenan la boca hablando de los pobres, oinstrumentalizan los pobres para intereses personales. ¡Esto está muy mal! Y digo aún más: ¡es un pecado grave!».
La jornada sarda del Papa concluye con la cita más alegre, musical y festiva: el encuentro con miles de jóvenes en una plaza de la ciudad. Francisco les anima a tener el mismo espíritu de los primeros apóstoles de Jesús, y a no dejarse amilanar por las dificultades.
El Papa les asegura que «Jesús os dará la fuerza», y les pone en guardia frente al peligro de «la resignación y de la queja por todo. ¡Eso se lo dejamos a quienes siguen a la «diosa Queja»! Cuando todo parece bloqueado, cuando los problemas nos inquietan, cuando el malestar social no encuentra respuestas, no hay que darse por vencidos».
Francisco quiere jóvenes valerosos. Sus últimas palabras son: «¡Tened el valor de ir contracorriente!».

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